miércoles, 11 de agosto de 2010

El árbol

Vivimos en un mundo tan feo. Hay moscas en todas partes. Se te meten por la nariz, por los ojos... Todo molesta, por ejemplo si te subes a un árbol a hacer simbiosis, las hormigas pasean por tu sexo cual arena negra. Todo da vueltas. Los grillos cantan arropados en tu cama. Te subes a los neumáticos a leer pero hace tanto calor que se derriten. Cerca, hay un árbol encadenado en el centro del parque, enclenque, pero protegido por las múltiples ramas que dan vueltas alrededor de su propio tronco, completamente deshojado. En el parque los pendejos pasados a paja jugaban a la pelota y te acosaban - ellos te descubrieron, te arrojaron a la fuerza desde tu unión con el mundo y te tocaron esa tetita suave de infante, sin erectar-. Pero no siempre están los pendejos molestándote. A veces te pones a mirar el árbol, sola, y te imaginas que está encadenado porque cualquier día se levanta y mata a los pendejos esos. Pero nada ni nadie se levanta ante nada. Menos yo, la niña infante que levanta el martillo creyendo que es el nuevo control remoto.

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